Testigos de la Resurección


La resurrección de Jesucristo ha sido el milagro más extraordinario jamás ocurrido en la historia de la humanidad. No ha habido ni habrá otro suceso mayor que éste. Lo maravilloso de la resurrección es que no careció de testigos oculares: los que le vieron morir, le vieron luego resucitado. Consideremos lo que dice el apóstol Pablo:

“En primer lugar, les he enseñado lo mismo que yo recibí: Que, conforme a las Escrituras, Cristo murió por nuestros pecados; que también, conforme a las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos aún viven, y otros ya han muerto. Luego apareció a Jacobo, después a todos los apóstoles; y por último se me apareció a mí, que soy como un niño nacido fuera de tiempo” (1 Corintios 15:3-9).

En Hechos 1:3, se nos dice lo siguiente:

“Después de su muerte, se les presentó vivo y, con muchas pruebas que no admiten duda, se les apareció durante cuarenta días y les habló acerca del reino de Dios.”

Su aparición después de su muerte, no fue algo “místico”, ni mucho menos “momentáneo”. Fue definitivamente un hecho convincente, no sólo para sus 11 discípulos inmediatos que aún no creían que algo así pudiera suceder, sino para otros 500 más que vieron las marcas de su crucifixión, como evidencias que el que estuvo muerto, se levantó vivo, como había profetizado. ¿Te imaginas estando cuarenta días al lado del Resucitado, oyéndolo hablar acerca de su Reino y de su glorioso cumplimiento?  La resurrección de Cristo dio lugar al nacimiento extraordinario de su Iglesia. Los temerosos discípulos se convirtieron en los poderosos siervos del Señor, que bajo la unción y dirección del Espíritu Santo, se atrevieron a proclamar el mensaje del Evangelio del Reino sin ningún temor, aún a costa de sus propias vidas. ¿Por qué? Porque ante sus propios ojos vieron al postrer enemigo, que es la muerte, vencido. ¿A qué temer, cuando hay una victoria total ya asegurada? Es interesante resaltar que el término “testigo” en el Nuevo Testamento es el mismo que se utiliza para “mártir”.

¿Qué relevancia tiene este principio? Que de Quién tú fuiste testigo te transformó a tal punto, que ya no vives para otra cosa, sino para Él. Lo que viste y recibiste, te cambió para siempre; y ahora se convierte en tu razón de vivir y aún de morir. Así fue, precisamente, que empezó la iglesia. ¿Te ha cambiado así el Resucitado, o solo te inspira por ocasiones especiales? ¿Te mueve el Resucitado a vivir radicalmente para Él, o que Él sea alguien que solo lo busques cuando tienes una necesidad? ¿Qué produjo el Resucitado en sus testigos?

1) ENTREGA :

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

2) VALENTÍA:

“Entonces los llamaron y les advirtieron que no debían hablar ni enseñar acerca del nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les respondieron: Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a Él? Porque nosotros no podemos dejar de hablar acerca de los que hemos visto y oído” (Hechos 4:18-20).

3) FIRMEZA:

“Así que, amados hermanos míos, manténganse firmes y constantes, y siempre creciendo en la obra del Señor, seguros de que el trabajo de ustedes en el Señor no carece de sentido” (1 Corintios 15:58).

4) SEGURIDAD:

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 8:38,39).

5) LIBERTAD:

“Así como los hijos eran de carne y hueso, también Él era de carne y hueso, para que por medio de la muerte destruyera al que tenía el dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y de esa manera librara a todos los que, por temor a la muerte, toda su vida habían estado sometidos a esclavitud” (Hebreos 2:14,15). 

Así que, cuando te pregunten: ¿de quién tú eres testigo? Les contestarás: Del Resucitado que me cambió completamente.

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