LA HIZO MEJOR, SEGÚN LE PARECIÓ


LA HIZO MEJOR, SEGÚN LE PARECIÓ

“Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y desciende a casa del
alfarero, y allí te haré oír mis palabras. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él
estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en
sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Entonces vino a mí Palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer con vosotros
como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. Como el barro en manos del
alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel.” (Jeremías 18:1-6)

La Biblia presenta con frecuencia relatos donde Dios da a conocer su palabra de manera ilustrada para que se pueda entender, atesorar y aplicar mejor. Uno de estos ejemplos lo encontramos en Jeremías 18:1-6. Dios le ordena al profeta Jeremías que vaya a la casa de un alfarero y observe como este realiza su trabajo. La alfarería antigua era muy común y necesaria, ya que los metales como la plata y el cobre eran muy costosos. El taller del alfarero era un lugar muy rústico: contaba con una mesa, dos ruedas y un eje; y por supuesto, la materia prima: el barro. Cerca tenía un horno, tipo pozo pequeño, donde quemaba las vasijas para darles solidez. El alfarero trabajaba con sus manos y sus pies. Con sus pies ablandaba el barro, y con sus manos, le daba forma, poniendo el barro sobre la rueda, y teniendo el eje en el centro. Las vasijas eran frágiles y podían romperse con facilidad; pero aún las canterías se
reutilizaban, ya sea para comenzar un proceso de hacer una vasija mejor o para cualquier uso doméstico, tal como el usarlas como cucharas.
¿Cuan importante es esta ilustración? 1) Tiene que ver directamente con el llamado que Dios hizo a Jeremías en cuanto a su trato con las naciones: “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar (1:10). De hecho, en el mismo relato del capítulo 18, le recuerda que ese es el trato de Dios para con las naciones, comenzando con su propio pueblo. Preguntémonos: ¿qué Dios quiere arrancar, derribar, arruinar y derribar en la vida de nuestro pueblo (hablo principalmente en términos espirituales y morales), para poder plantar y edificar correctamente? Cuando se le arruinaba la vasija al alfarero en la rueda, ya fuera por insuficiencia de barro, por mancha, o por fragilidad, o sencillamente porque no le gustaba como estaba quedando, él decidía romperla y comenzar el proceso de formación nuevamente, aunque le tomara más tiempo; 2) Aquí se muestra un principio esencial sobre la soberanía de Dios, el alfarero, en relación con el barro, que somos nosotros. De hecho, el apóstol Pablo toma esta ilustración para presentar el siguiente principio: “Pero tú, hombre, ¿quién eres, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿Acaso no tiene potestad el alfarero sobre el farro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”(Romanos 10:20,21); 3) ¿Cuál es la diferencia entre el barro y el ser humano en el proceso de formación? El barro no se resiste a ser formado, ¡el ser humano sí! Es más, el ser humano, aun siendo barro frágil, se ha atrevido a darse su propia forma. Creo que ahí está el problema mayor nuestro, y de las naciones: nos resistimos a que Dios nos forme, y nos vuelva a formar cuando sea necesario, según su parecer. Afirmó lo siguiente una vez más: este principio comienza principalmente con nosotros, su pueblo. El asumir una postura de “vivir a mi manera”, o “según mi criterio”, y luego decir: “eso le agrada a Dios”, es engañarse a uno mismo;
4) Solamente lo que está en las manos de Dios como Alfarero, es lo que él le puede dar forma. El barro en sus manos no reclama ni exige, sólo se dejar formar, aunque el proceso sea doloroso y tome más tiempo. Lo que Dios quiere es formar una vasija según a él le parezca mejor.
¿Aplica este principio a nuestro país? ¡Definitivamente! En los procesos de dolor y tragedia respondemos en solidaridad para con los que reciben el mayor impacto. Eso se ha visto mostrado en este tiempo, tanto después del huracán Maria (hace más de dos años), y ahora con lo del terremoto. Somos como las vasijas, aveces nos rompemos por nuestra fragilidad, y a veces somos usados para el servicio a los demás. Pero hay algo mucho más para enfrentar estas y otras situaciones. Es saber en qué manos estamos, y como el Alfarero divino nos sigue dando forma. Dejémonos formar por El. Siempre hará de nosotros una vasija mejor.

share

Recommended Posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *