¡Reto y advertencia!


“Te encargó delante de Dios y del Señor Jesucristo, quien juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que aun teniendo comezón de oír se amontonarán maestros conforme a sus propios deseos, y apartarán de la verdad sus oídos y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:1-5).

La Segunda Epístola a Timoteo es, con toda probabilidad, el último escrito del apóstol Pablo, antes de su martirio en Roma, debido a la persecución de los cristianos por parte del emperador Nerón (año 67 d. C. aprox.). Pablo se encontraba ya encarcelado, cuando decide escribirle a Timoteo, su hijo en la fe. Es significativo resaltar que en este corto comunicado (unos cuatro capítulos), el apóstol utiliza unos 27 imperativos para exhortar a su discípulo a que continúe firme en su ministerio. Por ejemplo, encontramos exhortaciones como: “Por eso te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que por la imposición de mis manos está en ti” (1:6). Y también: “Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad” (2:15). El capítulo 4 recoge sus últimas exhortaciones, no sólo para Timoteo, sino también para nosotros. Podemos resumirlas en cinco:

1) Como Timoteo, se nos ha dado una encomienda (comisión) delante de Dios y en la presencia de Jesucristo. Esta encomienda no es una de tipo liviana ni opcional, sino que se da en forma de una orden. Hemos sido llamados delante de un Dios fiel y justo, y de su Hijo Jesús quien se ha manifestado al mundo, y quién vendrá, y por eso tenemos que rendirles cuentas de lo que se nos ha encargado.

2) Prediquemos la Palabra a tiempo y fuera de tiempo. Es decir, independientemente de las respuestas que las personas puedan dar, no podemos dejar de compartir las verdades del Evangelio. Es significativo destacar los tres verbos que aquí se utilizan: redarguye (convence), reprende (confronta/corrige), exhorta (instruye). La predicación del Evangelio la utiliza el Espíritu por medio de sus siervos para traer convicción (fe y arrepentimiento), y aceptación del ofrecimiento de vida que Dios nos ofrece por gracia en la persona de su Hijo.

3) Vendrá tiempo donde ideologías, falsas creencias, y propuestas mundanas apartarán el oído de la verdad. Esta intencionalidad diabólica, a veces abierta y a veces disfrazada, sigue en aumento. Su agenda es sustituir la verdad de Dios por las “fábulas”, las tradiciones religiosas, y el “acomodo de la predicación a escuchar lo que a la gente “le gusta”, en lugar de proclamar la verdad de Dios que necesitan. Y todo esto comienza como un proceso peligroso de ceder a las verdades espirituales, y sustituirlas por ” otras opciones” ¡Cuidado!

4) No podemos caer en las trampas que nos hagan enfriar, retroceder o distraer como si quedásemos atrapados en fascinaciones o encantamientos cuyo fin es detener la misión de Dios. Por el contrario, sigamos la exhortación que nos da la Palabra: “soportemos las aflicciones, hagamos obra de evangelistas, cumplamos con nuestros ministerios”(4:5).

5) Evaluemos no sólo como comenzamos la vida cristiana, sino mucho más, ¡como la terminamos! Es una carrera que no se puede abandonar, es una batalla donde no bajamos la guardia, y es una fe viva y apasionada que nos impulsará siempre al cumplimiento del propósito de Dios (ver 4:7).

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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