¡Perseveremos! Cueste lo que cueste


“Pero la parte que cayó en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha” (Lucas 8:15 NVI)

La perseverancia es una de las virtudes más poderosa que define la vida cristiana. El diccionario define perseverancia como “mantenerse constante en la realización de lo que se ha comenzado; también es una actitud firme, aún cuando las circunstancias sean adversas o los objetivos no sean cumplidos”. Perseverar es “durar por largo tiempo”. En otras palabras, el que persevera no se rinde. Jesús nos enseñó que desde el momento que la palabra cae en buena tierra, es decir, en un corazón fértil, se producirá una buena cosecha (habrá mucho fruto). Pero para que eso se dé, tiene que mantenerse en nosotros la determinación de perseverar. Este principio choca con la mentalidad cultural de nuestros tiempos, la cual promueve lo fácil, lo rápido e instantáneo. Queremos “todo a la mano”, y con muy poco esfuerzo. Cuando esto no ocurre así, caemos en un estado de frustración, y nos embarcamos en “otra cosa” que nos produzca satisfacción momentánea. Es por eso que la perseverancia es una escuela para enseñarnos a esperar en Dios.

El Salmo 27 dice:

“Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!” (V.13, 14).

Isaías 40:31, nos dice:

“Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas; correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán.”

Como vemos, esta no es una “esperanza que se cruza de brazos”; sino una esperanza que nos hace renovar fuerzas, y levantarnos en medio del cansancio, la frustración y la adversidad. ¿Por qué? Porque está puesta en Dios, quien no nos dejará en el suelo:

“Porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia” (Proverbios 24:16).

Recuerdo que hace años atrás participamos de un programa llamado ¡No te quites! Era promocionado por dos medios de comunicación del país para brindar ayuda y conserjería a personas que consideraban el suicidio como una opción. Nos tocó la coordinación del área sur, y pudimos brindar ayuda a más de cien personas en un periodo de tres meses. Ese emblema se nos ha quedado hasta hoy: ¡NO TE QUITES!, y tiene que ser aplicable al corazón de todos aquellos que hemos sido llamados a cumplir lo que Dios nos ha encomendado como misión de vida. Por lo tanto, el llamado es a perseverar, ¡cueste lo que cueste!

1) Persevera en creerle a Dios: “Todas las promesas que ha hecho Dios son sí en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos amén para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20).

2) Persevera en la oración: “Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento” (Colosenses 4:2).

3) Persevera en el amor: “El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá” (1 Corintios 13:8).

4) Persevera en el servicio a Dios: “Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58) 5) Persevera hasta el fin: “Pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo” (Mateo 24:13). Así que, no te quites de lo que Dios te ha llamado a hacer. Recuerda que no es sólo como comienzas, sino como terminarás.

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