La dieta de la eternidad


“Cuando lo hallaron al otro lado del lago, dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Jesús les respondió: De cierto, de cierto les digo que ustedes no me buscan por haber visto señales, sino porque comieron el pan y quedaron satisfechos. Trabajen, pero no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a éste señaló Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Y qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Jesús les respondió: Esta es la obra de Dios: que crean en aquel que él ha enviado. Le dijeron entonces: Pero, ¿qué señal haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué es lo que haces?” (Juan 6:25-30)

El evangelio de Juan identifica siete señales que Jesús hizo para resaltar no el milagro per se, sino Quién es el que hace el milagro, y Por Qué lo hace. Una de estas señales es la multiplicación de los panes y peces a más de cinco mil personas. Esta escena es narrada en el capítulo 6. Es interesante señalar que con solo el almuerzo sencillo de un niño, que incluía cinco panes de cebada y dos pescados pequeños, pudo el Señor (después de haber dado gracias al Padre), saciar el hambre de una enorme multitud, y recoger lo que sobró en unas doce canastas. ¿Qué sucedió después de este gran milagro? La multitud quiso apoderarse de él para “hacerle rey”; lo cual Jesús no permitió, apartándose solo a otro lugar (6:12-15). ¿Qué significado podemos encontrar en la señal de la alimentación de los panes y los peces? Sin duda, que Jesús es nuestro más excelente proveedor para el “pan de cada día”. Él nos muestra que no quiere una humanidad que muera de hambre y miseria. El sacia y no deja que nada se quede en el desperdicio. ¡Qué gran enseñanza para valorar la comida y compartirla con los demás! Jesús es el Pan de vida (6:25), en todo el sentido de la palabra. Pero hay otro significado aún mayor: ¡él nos ofrece una dieta eterna! Alguien dijo en un momento dado: ¡uno es lo que come! Vivimos en una sociedad que ha sido empujada a crear mayor conciencia sobre lo que ingiere.

En gran parte, debido al “junk food” que nos ha bombardeado. Me pregunto si también lo que comemos espiritualmente es “comida rápida”. Simplemente, algo que nos sacie temporeramente, pero que no tenga el peso y el poder de lo eterno. Eso sucedió con la gran multitud que en un momento dado fue saciada, pero que no entendió la señal de Jesús. Jesús no vino a “mercadear milagros”, ni a hacer ofrecimientos temporeros de “menús a la carta”. Todo lo contrario, vino a transformar lo temporero por lo eterno. John Bunyan, el escritor y predicador inglés, autor del Progreso del peregrino, dijo: “¿Qué locura mayor puede haber que el hombre trabaje por la comida que perece, y descuide el alimento de la vida eterna?”. Que irónico resulta que pongamos tanto énfasis en lo “temporero”, y tomemos livianamente lo eterno. Examinemos, entonces, dónde se encuentra nuestra mayor inversión: ¿en la dieta que tarde o temprano cesará, o en la que permanece para vida eterna? El Señor nos exhorta a trabajar por la comida que permanece para la vida eterna.

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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