¿De qué cosas tenemos que desprendernos?


La historia del joven rico aparece en los primeros tres evangelios sinópticos (se les llama así por el paralelismo que existen entre las historias narradas). Mateo nos menciona que era un joven (posiblemente joven adulto), y Lucas nos menciona que era un principal (quizás un líder dentro de la sinagoga). El evangelio de Marcos (10:17-31), nos ofrece más detalles del relato, y sobre las enseñanzas que Jesús dio en cuanto al problema de uno enfocarse en las posesiones materiales. Consideremos algunos de los aspectos que destaca Marcos:

1) Este hombre vino corriendo hasta Jesús, y se postró ante él (v.17). Esta acción tomada en público no era nada fácil para un hombre que era rico y reconocido como un principal en la sociedad. ¿Podríamos llamar a esto un acto de humildad? Pero, ¿hasta dónde podía llegar esa humildad?

2) Su solicitud: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Sin dudas, tenía una seria inquietud por su destino eterno.

3) ¿Cuáles fueron las dos respuestas iniciales de Jesús ante la solicitud de este hombre? La primera la trajo en forma de interrogante: ¿Por qué me llamas bueno? Bueno hay solo uno: Dios. Dos cosas podemos resaltar aquí: él no pudo reconocer que Jesús era el Emanuel (Dios con nosotros), y, sin duda, su concepto de bondad era muy superficial. La segunda contestación, a modo de pregunta, tenía que ver con su vida misma: ¿Los mandamientos sabes y vives? Es significativo que los mandamientos aquí citados (v.19), son aquellos que tienen que ver con la relación hacia nuestro prójimo. El joven rico se enfocaba principalmente en el “más allá”, pero Jesús lo trajo primero al “más acá”.

4) Una vez más, la respuesta que da este hombre es muy superficial y exagerada: “Maestro, todo lo he cumplido desde mi juventud” (v.20). ¿Va sintiendo su tono? Está enfocado en sí mismo, más que en Dios.

5) La gran confrontación de Jesús: “¡Una cosa te falta!…” Jesús identifica definitivamente cuál era el problema de este hombre, y él nuestro también. ¿Cuál es? El no querer desprendernos de aquellas cosas que se convierten en “ataduras” en nuestra vida.

En el caso del joven rico, él no sólo poseía muchas riquezas, sino que era al revés: las riquezas lo poseían a él. Así puede pasar con el orgullo, los afanes, los deseos que se convierten en caprichos, y los vicios. A todo eso Dios lo llama pecado; y todo pecado tiene propósito en crear una falsedad que lleva a la destrucción y la muerte. Es de vital importancia que toda persona piense en dónde quiere pasar su eternidad. Esto no se gana por obras, sino por la salvación por gracia que solo se encuentra en Jesucristo. Este encuentro con el Salvador producirá un genuino desprendimiento de aquellas cosas que nos impidan amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo también. Jesús amó a este joven, invitándole a desprenderse de aquellas cosas que lo estaban controlando, y que luego le siguiera como uno de sus discípulos. Así también nos llama a nosotros, dándonos la promesa de recibir cien veces más en esta vida, y en la vida venidera (v.30). El desprendimiento que determinamos, como acción de obediencia a Dios, produce gozo, ya que trae libertad. No así las ataduras de este mundo. El joven rico se fue triste y afligido, porque todo lo que poseía lo tenían esclavizado. Que eso no suceda con ninguno de nosotros que somos confrontados continuamente por el Espíritu Santo.

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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