Camino a la madurez


“Acerca de esto tenemos mucho que decir, pero es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño. El alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:11-14)

Hablamos de madurez como el proceso de vida que tiene que ver con el desarrollo físico, emocional, y espiritual de las personas. Implica crecimiento en las áreas del carácter, las capacidades, y el juicio que hacemos de las cosas. La madurez es comparada a un árbol: se siembra una semilla, germina, crece, y produce frutos. Podemos también identificar el proceso de madurez en base a nacimiento, desarrollo y plenitud de vida, es decir, que la madurez es conocida por las etapas que se viven y se superan. ¡Todo lo que nace, tiene que crecer y dar frutos! Consideremos las siguientes enseñanzas bíblicas para examinar tanto lo que afecta a la madurez espiritual, como lo que nos ayuda a que el proceso de madurez continúe su curso:

1) Hebreos 5:11-14 identifica dos aspectos que son contrarios a la madurez: “ser tardos para oír” (comprender), y “no estar dispuestos a comer alimento sólido”. Son aquellos que asumen una actitud de “niños”, a los cuales hay que repetirles una y otra vez las cosas. Aunque hayan crecido físicamente, se conforman con el alimento primario de su infancia: la “leche espiritual”. El resultado es que no pueden ni ser “maestros” para enseñar y modelar crecimiento, ni tampoco pueden ejercitar correctamente el discernimiento de las cosas, es decir, lo que está bien o lo que está mal.

2) 1 Corintios 3:1 “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.” Esa actitud y conducta carnal era caracterizada como “celos, contiendas y disensiones” (v.3). Además, la carne y el espíritu se oponen entre sí.

3) Efesios 4:14-15, dice: “Así que ya no seremos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” La madurez implica tomar la decisión entre seguir la verdad, tendiendo como modelo de crecimiento la persona de Cristo, o quedarnos como niño, al permitir que seamos engañados por ideologías, actitudes y manipulaciones humanas.

4) 2 Pedro 1:5-8 “Por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejaran estar ociosos ni sin frutos en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” Estas cualidades aquí mencionadas se “añaden” a la fe mediante la diligencia personal. “Añadir” implica dar o poner el máximo esfuerzo.

5) Filipenses 3:13-14 “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios, en Cristo Jesús.” Tres cosas que decir sobre este pasaje: hay que dejar aquello que nos quiere sujetar al pasado; hay que proseguir, porque aún no hemos terminado; y hay que vivir en virtud a un supremo llamado que Dios nos ha extendido para caminar con él hasta el final.

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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