¿Y quién reconoce la culpa?


“Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso tu sentencia es justa, y tu juicio irreprochable” (Salmo 51:3,4)

La culpa es, según una definición, “la responsabilidad o causa de un suceso o de una acción negativa o perjudicial, que se atribuye a una persona o una cosa.” ¿Dónde se inició esta acción, imputación y/o sentimiento? La Biblia relata claramente que fue uno de los resultados inmediatos de la Caída (pecado inicial). Según el texto en Génesis 3, el pecado trajo muerte espiritual y física (aunque ésta no sucedió inmediatamente). Produjo también una ruptura muy costosa en las relaciones fundamentales y necesarias: con Dios, en el matrimonio y en las relaciones con nuestro prójimo, iniciándose primeramente en el ámbito familiar (entre hermanos). Otras consecuencias que produjo fueron: el miedo, la vergüenza y la culpabilidad. Veamos la narrativa sobre este último aspecto, el de la culpa: “El (Adán) respondió: La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. Entonces Dios el Señor le preguntó a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? La serpiente me engañó, y comí, contestó ella” (Génesis 3:12,13). Desde entonces, la culpa ha jugado un papel continuo en la vida de los seres humanos: Adán, culpó a Dios primeramente, por darle a la esposa, a quien primero llamó “esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (ver 2:23); y luego la acusa, diciendo que ella fue la responsable de darle a comer del “fruto prohibido”. Entonces la mujer sigue la cadena de seguir culpando, y se la echa al diablo, disfrazado en forma de serpiente. Y así ha seguido el juego peligroso y doloroso de que otros corran con la culpa, menos uno. El Pastor Rick Warren en su libro Liderazgo con propósito, dice lo siguiente: “Los líderes aceptan la culpa; los perdedores se la pasan a otro” (pág 34). El que le echa la culpa a otro:

1) es porque no quiere asumir la responsabilidad que le corresponde;

2) es que teme a las consecuencias que le puedan venir, si asume su responsabilidad;

3) es que quiere ganar el favor y la simpatía de otros, haciéndose pasar muchas veces como “la víctima”;

4) es que quiere hacer daño a otros, mientras él o ella sale absuelto. El no asumir la culpa afecta severamente las relaciones. El caso del rey David, por ejemplo: él, de primera intención, no quiso aceptar la responsabilidad de su pecado de adulterio, y lo que hizo fue empeorar la situación, cuando utilizó la mentira, el poder y la manipulación para que un guerrero leal suyo, esposo de la mujer con quién había adulterado, fuera asesinado.

¿Quien asume la culpa de lo que está sucediendo actualmente en Puerto Rico? Por un lado, hemos decidido la confrontación, la violencia y el paro, como las mejores medidas para poner presión, aún a costa del daño que podamos causar. Por otro lado, hay un gobierno, electo por el pueblo, que no ha sido transparente en los últimos 30 a 40 años en cuanto a la administración de una economía saludable. Ha sido responsable del endeudamiento de este país. Pero también están los prestamistas, que siguieron otorgando préstamos, aún a sabiendas que tarde o temprano, llegaría a este nivel en que estamos, de no poder pagar la deuda; y ahora quieren su tajada, cueste lo que cueste. Está también una Junta Fiscal asignada, que tal parece que su prioridad no es, definitivamente, el bienestar social de un país. Está también el gobierno estadunidense, que a través de su administración, no muestra un serio interés en ayudar a este país a levantarse. Pero también estamos nosotros, sí, nosotros, que nos acostumbramos a una vida de consumerismo, sin pensar que vendrían tiempos de “vacas flacas”, y para esto teníamos que estar preparados. Añadido a esto, nos encontramos con un país dividido por intereses particularistas, a nivel político, familiar y aún religioso. ¿Quién pierde o quién gana?

¡Definitivamente las soluciones no son fáciles! Pero, ¿por qué no comenzar orando a Dios, y asumiendo nuestra responsabilidad y culpa? La Palabra nos ilustra en que en diferentes momentos históricos de graves situaciones económicas, Dios intervino, porque hubo un pueblo que se puso en la brecha; y que impartió la sabiduría necesaria para crear mecanismos de cooperación saludables para un bien común. Hemos señalado a los estudiantes por sus acciones, y sin dudas, muchas de ellas no las apruebo. Pero, ¿dónde aprendieron ellos a manejar conflictos de esta magnitud? Es probable que de las generaciones anteriores. Le pido a Dios que haya una intención colectiva para invocarle en esta situación difícil que nos ha tocado vivir; pido que haya en nosotros un corazón quebrantado para pedir perdón y apartarnos de la codicia, de la corrupción, del egoísmo, de las contiendas, y también de la indiferencia. Y oro para que podamos internalizar que un país, una Iglesia, una familia, y unos líderes que no se pongan de acuerdo, no podrán prevalecer ni avanzar.

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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