¿Viene del hombre o viene de Dios?


“Y ahora digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; más si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando con Dios” (Hechos 5:38,39)

Cuán importante es saber cuándo algo tiene como fuente al hombre mismo, y cuando algo proviene de Dios. El libro de los Hechos presenta varios ejemplos sobre esta cuestión. Consideremos algunos de ellos:

1) Gamaliel, un maestro reconocido de la ley judía (y quien fuera maestro del apóstol Pablo cuando éste era fariseo), y miembro del Sanedrín, utilizó un argumento de gran peso, cuando se juzgaba a los discípulos Pedro y Juan. Aquí lo resumo: “el consejo y la obra humana tarde o temprano desaparecerá; pero todo lo que viene de Dios permanecerá”. Lo que viene de Dios no contradice su Palabra. Lo que viene de Dios nunca será mentira, ni ilusión. Lo que viene de Dios glorifica a Dios, y no al ser humano. En este texto Gamaliel trae dos ejemplos (conocidos en la época, aunque desconocidos por nosotros), quienes levantaron revueltas en distintas ocasiones, pero al estos líderes morir, se desvanecieron los movimientos (ver 5:36,37). Eso no ha sucedido con el cristianismo bíblico, que presenta la muerte y resurrección de Cristo como la mayor victoria jamás vista en la historia.

2) Conozcamos cuál ha sido uno de los principios más fundamentales de la fe cristiana: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (5:29). Esta fue la respuesta de los discípulos cuando estaban siendo interrogados, so pena de cárcel y/o muerte. Se atrevieron a afirmar su fe, cuando todo estaba en su contra; cuando no había nadie para que los aplaudiera por su valentía; cuando se encontraban en un lugar hostil, en lugar de estar en la seguridad de un hogar o de un templo. ¡Qué reto representa esto para quienes vivimos en una época que se elogia tanto la imagen personal y el impresionismo del populacho! Ellos pudieron hacer “treguas” con quienes los interrogaban; pero no fue así. Su misión era agradar a Dios antes que a los hombres; ¡y eso tiene un costo!

3) El caso de Ananías y Safira: “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? (5:3). Ambos, él y su mujer Safira, no tenían necesidad de mentir, cuando trajeron su donativo a la iglesia; pero lo hicieron. No mintieron al hombre, sino a Dios. La mentira (no importa lo inofensiva que parezca verse) es pecado. La gente miente para quedar bien ante los demás. ¿Por qué? Porque se da mayor peso a lo que piensen los demás, que a lo que piense Dios. A veces las excusas se entremezclan con una mentira, ¿no lo cree usted? 4) Los hijos de Esceva: “Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo” (ver cap 19:13-17). ¡Cuidado con el sensacionalismo religioso! Dios es quién realiza los milagros como él quiere, cuando él quiere, y a quien él quiere. Dios no nos envía a impresionar a las multitudes, sino a predicar y modelar el Evangelio que transforma personas, familias, y comunidades. En el caso de los siete hijos de Esceva, los mismos demonios sabían quién venía de parte de Dios, y quién no. Ellos no venían de parte de Dios, sino que su fin era el dinero y la fama.

Vivir y predicar el Evangelio nunca puede ser competencia para buscar el agrado de los hombres, sino obediencia para cumplir la misión de Aquel que nos llamó.

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