Una honra en dos direcciones: de los hijos a los padres; de los padres a los hijos


“Hijos, obedezcan a sus padres en el nombre del Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y tengas una larga vida sobre la tierra. Ustedes, los padres, no exasperen a sus hijos, sino edúquenlos en la disciplina y la instrucción del Señor.” (Efesios 6:1-4)

Una de las virtudes que más se destacan en la Biblia es la honra. El término honra en hebreo es “kabod”, el cual es el mismo que se utiliza para “gloria”. Su significado literal es “peso”, es decir, que a la persona a la cual se le da honra es que tiene un gran peso de valor o estima. El otro término utilizado aparece en griego, y es “timé”, y significa “poner un alto precio o valor”, “alguien que lo estimamos como precioso o de alta estima”. La honra es lo primero que le damos a Dios cuando le reconocemos en la gloria de su majestad; y esa honra nos hace estar en sumisión ante él con el fin de obedecerle y servirle. La honra es un principio fundamental para una vida saludable y próspera dentro del seno familiar. En los Diez Mandamientos se presenta el de “Honrar a padre y a madre”; como el primer mandamiento con la promesa de alargar o fructificar nuestros días. ¿Por qué? Porque fue la familia lo primero que Dios creó para la preservación de las relaciones humanas, y el bienestar y desarrollo de las sociedades. La deshonra produce destrucción, tanto de uno mismo como de las relaciones sociales esenciales. Si hay deshonra en el hogar, ¿cómo lograremos sociedades saludables? La deshonra a los padres es el inicio de la delincuencia juvenil, lo cual Dios siempre ha querido evitar:

“Hay generación que maldice a su padre, y a su madre no bendice. Hay generación limpia en su propia opinión limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia” (Proverbios 30:11,12).

¿Depende la honra que deben dar los hijos del comportamiento de sus progenitores? ¡No necesariamente! Cuando honramos, cumplimos con el mandamiento de Dios, y no de los hombres. ¿Y qué si ese padre ha sido abusivo o negligente? No hay duda que vivimos en una sociedad moderna, en donde la orfandad, causada por el “síndrome del padre ausente”, parece ir en aumento. El asunto de honrar a los padres no sólo se trata de honrar a un progenitor, sino de honrar la paternidad establecida por Dios. ¡La honra va en dos direcciones! No hay, como tal, hijos sin padres, ni padres sin hijos. Preguntamos, ¿qué tienen que saber los padres relacionado a su rol?

1) Que sus hijos son “herencia del Señor”(Salmo 127:3), por lo tanto tiene que dar cuenta a Dios mismo por el bienestar de ellos.

2) Que tienen que ser ejemplos correctos para enseñarles a ellos correctamente: “Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos… (Deuteronomio 6:6,7).

3) Que su misión es dar “buenas dádivas a sus hijos” (Lucas 11:13). El contexto bíblico de esas “buenas dádivas” se basa en las siguientes funciones: orar por sus hijos, proveer por ellos, darles buenos consejos, y darles un sentido correcto de dirección. No se trata, por supuesto, de complacerlos en todo. Creo que la figura del padre es quien da a los hijos un mayor sentido de identidad.

4) No “exasperar a sus hijos” (Efesios 6:4). “Exasperar” implica irritar o hacer que sus hijos se conviertan en personas resentidas o rebeldes por sus acciones. El rol del padre es formar un carácter correcto en sus hijos; no a fuerza del moyero, sino en el poder del ejemplo.

5) Todo padre tiene que tener como prioridad que su ejemplo correcto de paternidad se encuentra en Dios mismo. Él es el Padre que afirma a su Hijo: “este es mi Hijo amado” (Mateo 3:17); es el Padre en el cual “no hay sombra de variación” (Santiago 1:17); es el Padre de toda consolación o empatía (2 Corintios 1:3); es el Padre que porque ama, disciplina a sus hijos (Hebreos 12:6). Mi oración es que se continúe cumpliendo la promesa con la que cierra el Antiguo Testamento, para abrir paso al Nuevo:

“Y él hará que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos, y que el corazón de los hijos se vuelva hacia los padres, para que yo no venga a destruir la tierra por completo” (Malaquías 4:6).

share

Recommended Posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *