¡Movidos a Misericordia!


“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre que descendía de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y al verlo pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, vino cerca de él y, al verlo, fue movido a misericordia. Acercándose, vendó sus heridas echándoles aceite y vino, lo puso en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos denarios, los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo, y todo lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando regrese” (Lucas 10:30-35).

La parábola del buen samaritano es una de las más conocidas en el Evangelio de Lucas, y quizás, de las más que necesitamos aplicar. Jesús ilustra en una escena de la vida real lo que es el amor al prójimo; y este amor no puede darse como algo esporádico, sino como un estilo de vida. ¿Qué motiva el relato de esta parábola? Todo comienza con una pregunta nebulosa de un intérprete de la ley judía cuya intención era la auto justificación. En manera de ortodoxia, conocía los dos principales mandamientos de la Ley: “Amar a Dios, y amar al prójimo”. Pero en manera de ortopraxia, es decir de aplicar y vivir la ley, no tenía ninguna prioridad, o, mejor dicho, había hecho de la práctica una acción totalmente anti bíblica, y anti humana. Para ellos, el prójimo era alguien de su propia raza, o de su propia clase religiosa, como era el caso de los fariseos. Fuera de la categoría de “prójimo” estaban los gentiles, los samaritanos, los publicanos, las prostitutas, y todos los marginados de la sociedad que pudieran contaminarlos o degradarlos. ¿Qué les parece? Hoy en día también discriminamos y levantamos barreras donde Cristo nunca las ha levantado. Así que nosotros también somos retratados en esta parábola. Veamos su contenido:

1) un judío descendiendo por un camino difícil de Jerusalén a Jericó. Era en bajada bastante empinada, ya que Jerusalén estaba a 900 pies de altura y Jericó a unos 250. Un camino peligroso de 27 kilómetros, infestado de ladrones;

2) el hombre cae víctima de malhechores quienes lo asaltan y lo dejan medio muerto;

3) dos representantes religiosos, que regresaban de sus tareas ministeriales, lo ven tirado, pero cada uno pasa de largo y no se detienen.

Una oportunidad valiosa se perdió por dar prioridad a los rituales y a las faenas ministeriales. Posiblemente, no quisieron acercarse por no contaminarse; 4) un samaritano (el menos que se pensaba, ya que era motivo de rechazo e insulto por parte de los judíos), es movido a misericordia: se acerca, cura y venda sus heridas, lo pone en su cabalgadura, lo lleva al mesón, cuida personalmente de él, y, finalmente, deja todo lo necesario para cubrir con los gastos de su completa recuperación. ¡Qué lección de vida! , en una sociedad donde el siguiente refrán popular parece cobrar más sentido: “El amor y el interés se fueron al campo un día, pero más pudo el interés que el amor que le tenía”. Jesús es quien mejor representa ese prójimo en dos aspectos: EL es aquel que es movido a misericordia para tocar a los leprosos, sanar a los quebrantados de corazón (ver Mateo 8:1-4; Lucas 4:18); y él está también representado en aquellos, “sus pequeños”, que están enfermos, hambrientos, desnudos y presos (ver Mateo 25:35-40). ¿Qué nos debe distinguir? ¿La auto imagen, los ministerios, los programas, la fe o las profecías? Nada de esto tiene sentido si no hay genuino amor. Todo aquel que quiera vivir auto justificándose en lo que es o en lo que hace, nunca podrá valorar quien es su verdadero prójimo. “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:36,37).

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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