Llamados, separados, enviados


“En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé y Simón, al que llamaban Niger; Lucio de Cirene; Manaén que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo. Como ellos servían al Señor y ayunaban siempre, el Espíritu Santo dijo: Apártenme a Bernabé y a Saulo, porque los he llamado para un importante trabajo. Y así, después de que todos ayunaron y oraron, les impusieron las manos y los    despidieron. Y Bernabé y Saulo fueron llevados por el Espíritu Santo a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre” (Hechos 13:1-5)

El Espíritu Santo siempre tiene el papel protagónico cuando se trata de llamar, separar y enviar a los siervos de Dios para la obra que Él les ha encomendado. Ese es el retrato continuo que encontramos en el libro de los Hechos. ¡Todo comienza con un llamado supremo! Dios es quien llama y capacita. Nadie, absolutamente nadie, puede llamarse a sí mismo, ni tampoco ser llamado por otra persona, para dedicarse al servicio de Dios. El llamado de Dios nos apasiona y nos sostiene en todo tiempo. Cuando Dios llama, es a Él a quien tenemos que dar cuentas. Al llamado le sigue la separación. Dios hace preciso su llamado, en términos de capacitación, dones, tiempo y lugar. En otras palabras, tiene que darse un proceso de formación, convicción y confirmación. ¿Por qué? Porque Dios quiere que lo que realicemos en su nombre sea firme y duradero, para que no quede estancado por una simple emoción o impresión.

El llamado de Dios implica: dependencia de Él, sacrificio, aprendizaje, crecimiento y perseverancia. ¡Nadie puede enviarse a sí mismo! Necesita de un pastor y de una iglesia que reconozca el llamado, la formación y el tiempo de enviar a los siervos que han de extender el Reino. Si no hay sujeción y un sentido claro de dar cuentas a la iglesia y a los líderes que nos envían, la misión puede ser seriamente afectada. Es interesante que, según el relato de Hechos 13:1-4, los que fueron separados estaban dando fruto de su llamado y servicio, hasta que el Espíritu Santo confirmó en sus líderes el momento oportuno para ser separados y enviados. Hoy se vive un momento de gran trascendencia en la vida de nuestra congregación. Hoy imponemos las manos en los Pastores Mario y Marinelis para salir a abrir una iglesia hija en la Florida Central. Reconocemos su fidelidad, su llamado y su fruto por la evangelización y el discipulado, para alcanzar a los que no conocen a Cristo. Reconocemos su pasión por la plantación de nuevas obras. Los bendecimos y los enviamos en el nombre del Señor para que el Espíritu Santo los lleve a cumplir el llamado. Hoy, enviamos también, a nuestra amada Daly Pérez y su familia, para el norte de Texas. Daly ha servido fiel y apasionadamente como la Principal de Familiy Christian Academy, por seis años. Ella y su familia han sido apasionados en la misión que han cumplido. Ellos cargan un sueño: el poder abrir un orfanato. Daly va a servir ahora como maestra en Fort Worth, pero llegará el momento oportuno cuando el Espíritu Santo les dirá: apártense e inicien la obra que les he puesto en su corazón. Y allí estaremos también nosotros para cubrirles en esta gran misión.

Somos una iglesia madura que reconoce el llamado y el carácter de sus miembros para ser formados, equipados, separados y enviados en y fuera de nuestra ciudad. Bendecimos a todos aquellos que están dispuestos a “poner las manos en el arado”. Mateo 9:37-38:

“Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.”

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