¡La cena está servida!


“Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena, envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse” (Lucas 14:16-18)

Los evangelios nos presentan a Jesús utilizando ejemplos de la vida cotidiana para enseñar principios espirituales acerca del reino de Dios. Esto lo hacía principalmente a través de las parábolas. En Lucas 14:7-24, el Señor aprovecha para traer tres enseñanzas sobre una de las costumbres más importantes en la comunidad judía: el ser invitado a una cena o banquete. En primer lugar él destaca una costumbre equivocada que, precisamente, estaba viendo en ese momento: “el sentarse en los primeros asientos”. Sin duda, los “primeros asientos” estaban reservados (como sucede hoy día) para los invitados de honor. ¿Cuál es la enseñanza? No buscar o destacarse por mérito propio, sino por el mérito que te de quien te convida. La segunda ilustración nos pone en lugar de “anfitriones de un banquete”. ¿Cuál es la enseñanza? No procuremos hacer algo por interés, es decir, para ser recompensados. Invitemos a aquellos que no tienen con qué recompensarnos, como son los marginados y discapacitados. Eso sería un acto de genuino amor y desprendimiento, más que de interés personal. Nos interesa más la tercera enseñanza: ¡la cena está lista! Jesús responde a uno que hace un elogio (no sabemos si lo dice de manera sincera o superficial), sobre el comer el pan en el reino venidero de Dios. Jesús “lo aterriza” a la realidad del comportamiento humano a través de la historia, en cuanto a cómo respondemos cuando Dios, el anfitrión, nos invita a una cena que él ha preparado. Veamos su enseñanza:

1) La doble invitación. Si examinamos el texto, observamos una doble invitación: la invitación de que habría una cena, y ellos eran los convidados; y la segunda de que la cena ya estaba lista. A la primera habían respondido afirmativamente; más a la segunda, y la más importante, comenzaron a excusarse.

2) Las excusas ridículas que se presentaron. Se recogen tres excusas que no tienen ninguna validez delante de Dios: el que compra una hacienda, y necesita verla. El que compra una yunta de bueyes, y necesita probarlas, y el que se casa, y no puede llegar. ¿Te han servido de algo las excusas que le pones a Dios cuando él te llama? ¡A mí ninguna! En este caso, ¿cómo comprar algo sin verlo, o sin probarlo? o ¿cómo no traer a su cónyuge a un banquete que le traerá alegría a ambos?

3) el banquete no se va a echar a perder. El Señor, como anfitrión, manda a sus siervos a invitar a los que sí lo van a aprovechar. Son aquellos que no pensaban que alguien se acordaría de ellos y los invitaría a un banquete de primera. Aún más, le dijo a su siervo por segunda vez: “ve más lejos, por los caminos, y fuérzalos a entrar. ¿Por qué? Porque eran los que estaban lejos; probablemente extranjeros que se veían rechazados por los religiosos de su tiempo. ¿Qué sucedió? ¡La casa se llenó! La intención original (y presente) es que Dios prepara su banquete para muchos. Y a esos muchos hay que invitar.

Llegó la hora cero para celebrar en Puerto Rico el Festival de Esperanza con Franklin Graham, del 9 al 12 de febrero, en el estadio Hiram Bithorn. Será un gran banquete espiritual, y ¡todos estamos invitados! ¿Iremos o habrá alguna excusa para no ir? ¡Espero que no! Como siervos del Señor, somos enviados a invitar a una gran cantidad de familiares, amigos, y a toda persona que nos encontremos en el camino. El banquete es para todo el país, ya que nuestra mayor hambre no es económica, sino espiritual. Si el Señor invita, no dejaremos la comida sobre la mesa. ¡La cena está servida!

share

Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

Recommended Posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *