El principio de dar cuentas


“Por esto procuro tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hechos 24:16)

El principio de rendición de cuenta es conocido en inglés como “accountability”. Este concepto se utiliza mucho en las empresas tanto públicas como privadas, y se define como responsabilidad y transparencia. Todos, ya sea a nivel individual, grupal, corporativo, o a nivel nacional, tenemos que dar cuentas. Es interesante notar aquí que en el año 1995 se tuvo que crear un organismo mundial no gubernamental, conocido como Transparencia Internacional, para monitorear los niveles de corrupción de más de 150 países. A nivel individual también tenemos un monitoreo muy eficiente para evaluar nuestro comportamiento: “tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”.

El término “conciencia” es definido como “sentimiento interior por el cual una persona reconoce sus propias acciones; es el conocimiento o noción interior del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar” (Diccionario Océano, edición 1995). El apóstol Pablo es quien más utiliza el término “conciencia” en el Nuevo Testamento (unas 31 veces, tanto en sus escritos, como en lo que se narra de él en los Hechos). En Romanos 2:16, Pablo habla de que aún las personas que no conocen a Dios tienen la “Ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos sus razonamientos”. En otras palabras, cada persona, independientemente de su etnia, tiene una conciencia puesta por Dios para saber lo que está bien o lo que está mal. Ahora, el mismo apóstol Pablo dice que la conciencia en sí misma no es suficiente: “Aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor” (1 Corintios 4:4). Puede haber una actitud o conducta que a uno mismo le parezca correcta, pero quien mejor evalúa nuestro proceder es Dios mismo. ¿Cuán importante es la rendición de cuentas en estos tiempos? ¿Acaso creemos que Dios nos “da permiso” para hacer lo que queramos, sin tener en cuenta que nuestro comportamiento afectará a los demás? Decir que “tenemos libertad” para hacer lo que nos venga en ganas, no es libertad, sino desenfreno. El libro de los Jueces (en el Antiguo Testamento), tiene una expresión que recoge el comportamiento de la época:

“En aquellos días no había rey en Israel y cada cual hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25).

Ese es un argumento “relativista”, contrario a los principios bíblicos para la sana convivencia. Imaginémonos que un hijo diga a sus padres: “voy a hacer lo que me dé la gana”, o un cónyuge se lo diga a su pareja, o un cristiano asuma esa postura. Eso sería un desastre, plagado de deshonra. La Biblia habla que el primer mandamiento con promesa es el de “honrar a padre y madre” (ver Efesios 6:2). Sobre los matrimonios dice:

Someteos unos a otros en el temor del Señor” (Efesios 5:21).

En cuanto a la vida cristiana, la Biblia fomenta el principio de que somos parte integral del Cuerpo de Cristo: “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16). Una actitud y creencia que solo fomente la satisfacción del individuo sin tomar en cuenta el efecto adverso que puede tener en su relación con Dios y con las demás personas, es una conducta anti bíblica, antiética y antipática.

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Angel Esteban es ministro, conferencista, autor y es Pastor Principal de la Iglesia Cristiana de la Familia en Ponce, Puerto Rico.

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