¿Cómo vivir en una tierra hostil? El caso de Mardoqueo


“Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba (Ester 3:2)

El libro de Ester es uno de muchos ejemplos donde el pueblo de Dios se encuentra, por decirlo así, en minoría. Este libro nos presenta cómo una gran parte del pueblo de Dios, luego de estar 70 años bajo el cautiverio babilónico, no regresa a la tierra de Israel, sino que son trasladados al imperio conquistador medo-persa, que incluía más de 120 provincias. Susa, era la ciudad capital del imperio, y es allí donde principalmente se desarrolla la narrativa del libro de Ester. El libro nos presenta a Mardoqueo, un judío que vivió de cerca el cautiverio, ya que fue uno de los trasladados a Babilonia como esclavo. De hecho, el nombre Mardoqueo está ligado a Marduk, una de las deidades principales de ese imperio. ¿Qué aprendemos de Mardoqueo?

1) Fue un hombre que asumió una responsabilidad paternal correcta. Decidió adoptar a Ester (su nombre hebreo era Hadasa), hija de su tío, ya que había quedado huérfana (Ester 2:7). La Biblia resalta este principio de adopción como una acción de mucho valor; al punto tal que se nos dice de que nosotros hemos “recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos: ¡Abba Padre! (Romanos 8:15). Mardoqueo le dio una formación correcta a su hija adoptiva. El relato del libro recoge la siguiente expresión: “porque Ester hacia lo que decía Mardoqueo, como cuando él la educaba (Ester 2:20).

2) Mardoqueo nunca perdió de vista el desarrollo de su hija Ester. Ella entró en un concurso para seleccionar quién sería la nueva reina del imperio. Hubo una cosa que sobresalió en Ester, aún por encima de su belleza física: era que ella “hallaba gracia” delante de aquellos que tenían a su cargo la supervisión de todo el proceso de selección. Aún delante del rey halló gracia, y fue seleccionada como reina. ¿Qué hacía Mardoqueo durante todo este proceso? Cada día estaba pendiente cómo le iba a Ester y cómo la trataban (Ester 2:11).

3) Mardoqueo fue valiente a la hora de identificar un mal y denunciarlo. Se tramó un complot contra el rey, y él lo denunció (Ester 2:21-23). Pudo haberse quedado callado, ya que estaba en un lugar donde él y su pueblo eran minorías, pero decidió actuar con un sentido de responsabilidad e integridad. Ambas virtudes tienen que estar con uno, independientemente de donde uno pueda encontrarse.

4) Mardoqueo no se prestó para venerar ni postrarse ante ningún hombre (Ester 3:1-5). Las civilizaciones han cargado siempre con un mal espiritual, que es la “veneración” del hombre por sí mismo, o por otros hombres. Dios es el único que merece nuestra veneración y adoración. Lo contrario sería idolatría.

5) Mardoqueo le recordó a su hija adoptiva cuál era su verdadera misión: salvar a su pueblo. La grandeza de Ester no fue el convertirse en reina para lucir su belleza y esplendor, sino en utilizar esa posición para cumplir un plan divino (Ester 4:13-17). ¿Qué impartimos en nuestros hijos? ¿Qué sean algo en la vida, o que sean alguien en la vida para cumplir el propósito de Dios?

6) Mardoqueo fue reconocido por su hazaña heroica de dar a conocer el complot contra el rey. Le hicieron un homenaje público, pero el reconocimiento “no se le fue a la cabeza”, sino que volvió a cumplir su misión de estar vigilando a las puertas del palacio del rey (Ester 6:3-12). Somos siervos de Dios, llamados a cumplir una misión, y como tal, no podemos tener “mayor concepto de nosotros del que debemos tener”.

7) Mardoqueo no se dejó intimidar por aquellos que conspiraban su mal. Hamán, un oficial de influencia, tramó el mal contra Mardoqueo y el pueblo de Dios. Inclusive, el preparó una horca para Mardoqueo. El mal que personas traman contra los hijos de Dios (sin uno desearlo) caerá sobre ellos (Ester 7). La fe cristiana ha sido el movimiento más perseguido a lo largo de la historia, y aún más en este tiempo. ¿Qué hacemos entonces? Cumplir nuestra misión, aunque seamos minoría y todo parezca estar en nuestra contra. “Mayor es el que está con nosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

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